Como introvertido que soy, no suelo tener muchas conversaciones. La realidad es que no me expongo mucho a situaciones sociales, aunque no soy tímido. Pero últimamente me he dado cuenta de que he estado perdiéndome de algo realmente interesante.
En los últimos meses, por situaciones diversas he tenido mas conversaciones (en las cuales he estado realmente presente, sin distracciones) y esto ha nutrido enormemente mi percepción. Al terminar sentí, que había aprendido algo.
Una conversación en su sentido mas simple es un intercambio libre de ideas, uno sin formalidades. Es una semilla que se nutre de diferentes puntos de vista y que puede resultar en un descubrimiento. El ingrediente secreto es la variedad de puntos de vista, que deben ejercerse con respeto.
Hoy, por varias razones, incluÍda la pandemia COVID19 hemos dejado de tenerlas, incluso con nuestros seres queridos y nos hemos acostumbrado a relacionarnos a través de las redes sociales. Muchos de nosotros ya no queremos contestar el teléfono alegando que “los mensajes son menos cansados”.
Con el surgimiento de las videollamadas, la necesidad de salir y encontrarnos en persona se ve aun mas reducida. Y siendo estas prácticamente dominadas por el ámbito profesional, se han convertido en objeto de hastío para muchos. El espacio para la conversación física queda entonces relegado a una dinámica de lujo para aquellos que gozan de salud (o no se preocupan de la pandemia). Creo sin embargo, que si no podemos salir a la calle a tenerlas, podemos crear ambientes propicios en nuestro hogar para tener una.
Conversar en físico tiene sus ventajas. Salir de nuestras casas y estar presentes permite que la información se transmita claramente. El tono, la pose y las señales corporales del otro son parte de nuestra experiencia. Resolver diferencias resulta también más auténtico que en las redes sociales, ya que contamos con la reacción del otro como indicador de la validez o no de nuestros argumentos, (resulta muy interesante ver cuando alguien dice una cosa, pero expresa otra). A través de la pantalla estos argumentos no tienen fin.
Las conversaciones nos sensibilizan a nuestro entorno. A veces surgen en un contexto social directo: nuestra familia, amigos o compañeros del trabajo. Y a veces surgen “en segundo plano”, dominando nuestros pensamientos mas profundos como ecos de otros momentos (por ejemplo al escuchar propaganda en la radio). De lo que no me cabe duda es que estamos rodeados de ellas todo el tiempo, y ser conscientes de los temas que dominan nuestra cotidianidad es muy importante. Quizás podamos voluntariamente acercarnos a conversaciones en las que siempre hemos querido participar y ampliar asi nuestro repertorio; aplicando el mismo principio podríamos dejar de participar en aquellas que no nos interesan (como en el caso de la propaganda o el morbo).
Hace un tiempo vi un video que decía que no hace falta hablar con un erudito de un tema para tener una conversación interesante. Cada persona, al experimentar la vida desde su propia piel, es experta en vivir en sus propias condiciones individuales, las cuales nosotros no podemos experimentar. A través de una conversación sana con los demás podemos imaginar lo que es vivir una situación desde otro contexto, nutriendo nuestra percepción de la realidad. Aunque esto es algo “obvio”, a menudo es difícil verlo, por eso se me hizo muy interesante.
Por eso, en nuestra vida diaria informarnos, generar nuestras opiniones, variar los temas, ser consciente de ellos y practicar la tolerancia y apertura, son puntos muy importantes cuando se trata de tener conversaciones sanas, lo que nos puede llevar a una vida plena.